sexta-feira, 1 de junho de 2012

DILEMAS DE IZQUERDA MARXIXTA


BY: ABÍLIO BORÓN
Al igual que Hamlet, la izquierda argentina se pasea incansablemente por los confines de la oposición preguntándose las razones por las cuales no logra constituirse como una efectiva alternativa de gobierno. Pero esta imagen es, en realidad, engañosa, porque no hay un errante príncipe Hamlet, sino dos. El primero –que representa a una minoría dentro de la izquierda– se interroga angustiosamente acerca del significado e impacto de los cambios experimentados en fechas recientes por el capitalismo argentino una de cuyas muchas consecuencias ha sido la fragmentación y desorganización del universo popular y su subordinación a las políticas clientelares desarrolladas desde el Estado. Esto, además, tuvo lugar en un período como el que se abriera luego de la crisis de la Convertibilidad y en el cual se registraron muy elevadas tasas de crecimiento económico las que, sin embargo, no lograron regresar los indicadores de la pobreza a los niveles existentes al período anterior a la crisis. Hubo una mejoría, sin duda, en relación al punto más candente de la crisis (finales del 2001 y buena parte del 2002), en la cual los indicadores de pobreza y desigualdad se dispararon hasta niveles sin precedentes en la historia nacional, cercanos a los que caracterizan al África Subsahariana. Pero si bien la recomposición capitalista gestionada primero por el gobierno de Eduardo Duhalde y su Ministro de Economía Roberto Lavagna y continuada luego, en parte con el mismo ministro, en la primera mitad del mandato de Néstor Kirchner, pudo garantizar una rápida recuperación del crecimiento económico los resultados en materia de redistribución de ingresos fueron, en el mejor de los casos, modestos.
 
A diez años de iniciado ese proceso la pobreza, sigue afectando, según cálculos de diversas fuentes (gobiernos provinciales administrados por el kirchnerismo, consultoras privadas, la Universidad Católica Argentina, etcétera) aproximadamente a la cuarta parte de la población argentina. Las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), intervenido por el gobierno nacional y carente por completo de credibilidad, anuncian en cambio, una proporción de personas viviendo debajo de la línea de la pobreza inferior al diez por ciento, dato éste que no es tomado seriamente siquiera por los sindicatos afines al kirchnerismo a la hora de negociar sus convenios colectivos con las distintas patronales.
 
La paradoja que atribula a este primer Hamlet de la izquierda es que bajo estas condiciones, habiéndose demostrado la incapacidad de la economía capitalista de redistribuir aún en un contexto de elevado crecimiento económico durante más de ocho años, las capas y sectores populares no consideran a la izquierda como una alternativa de gobierno capaz de construir una sociedad mejor.
 
El otro Hamlet, representativo de una opinión mayoritaria en el seno de la izquierda, gusta vestirse con los atuendos del Dr. Pangloss y pensar, como el personaje incurablemente optimista de Voltaire, que tarde o temprano la "verdad de la revolución" madurará en el seno del proletariado y que no hay nada que cambiar. La propia irrelevancia política y su falta de gravitación electoral y social así como las complejas mediaciones de la coyuntura no hacen mella en su fe en la victoria final. Para esta concepción sectaria, la tragedia de una izquierda ausente nada tiene que ver con las renovadas capacidades de desarticulación de la protesta social exhibida por el capitalismo contemporáneo, su eficacia para co-optar liderazgos contestatarios, el poderío de su industria cultural para manipular conciencias amén de las debilidades de sus propuestas, sus formas autoritarias de organización, lo arcaico de sus discursos hacia la sociedad o su desconexión con las urgencias sociales de nuestro tiempo. "Autocrítica" es una palabra que no existe en el diccionario de los fundamentalistas de izquierda; "rectificar" es otro verbo desconocido en su lenguaje. En su versión más rudimentaria esta actitud reposa sobre un axioma indiscutible: si la revolución no se consumó fue porque una cierta dirigencia de izquierda traicionó al mandato popular.

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